22 nov 2012

Festival de la Musica Clasica por los Caminos del Vino

El Festival de la Música Clásica por los Caminos del Vino es otra de las joyas que Mendoza atesora dentro de las actividades que un viajero puede realizar en sus tierras.
Los Caminos del Vino es una ruta de lugares pero también de actividades que se pueden hacer en Mendoza, donde la presencia de la industria vitivinícola ha moldeado la vida de todos sus habitantes.

Este festival tiene lugar en el mes de abril, cuando el otoño comienza a cambiar el paisaje y a llenar de sutiles ocres la mirada de los visitantes.
Los paisajes de Mendoza acompañan en esta temporada de una manera indescriptiblemente precisa los tonos y los acordes de la música clásica que comienza andar por sus calles, recorriendo el camino del vino.

Se puede sentir la potencia de las notas elevándose desde la tierra misma que ve nacer a las parras con una potencia que parece alcanzar las cumbre de Los Andes y que queda invisible, permanente, suspendida entre las hojas de la vid llenando de emoción al viajero que pasa distraído y al poblador que vuelve a enamorarse de su tierra en ese momento.

La orquesta Filarmónica de Mendoza es la anfitriona de este evento que cuenta también con invitados que llegan a estas tierras desde otros lugares para compartir un festival que renueva el espíritu e el marco de un bello paisaje.
Los instrumentos se elevan en el aire y parecen representar cada uno un elemento de la naturaleza que nos rodea. Los tambores con su sonido grave se asemejan a las montañas rocosas que vigilan como testigos la vida de un pueblo que crece a sus orillas.
Las flautas traversas juegan entre las hojas de los castaños mientras que los violines se asientan sobre las ramas de los nogales que ya desprenden sus frutas hasta el piso. Más allá, los campos sembrados de manzana crecen queriendo alcanzar la música de los distintos grupos que interpretan las obras clásicas. Y los almendros estiran sus brazos de madera para aplaudir la magnífica interpretación de todo el conjunto.


Este Festival suele coincidir con la Semana Santa por lo que es muy aconsejable reservar un hotel o una cabaña cercana a algún río en Mendoza y recorrer el camino desde donde sea que estemos hasta allá para poder apreciar uno de los territorios más ricos y generosos de nuestro país.
Además de asistir a esta hermosa oportunidad de acercarnos a la música clásica tocada por músicos y orquestas experimentados podemos disfrutar de la gastronomía del lugar y los platos típicos de la región centro cuya comida ya empieza a acercarse más a la del sur del país, en un intercambio de sabores tan característico de los argentinos.
Los cafés son otra opción muy agradable para visitar y tomar algo caliente junto con un postre o una buena porción de torta.

Al otro día quizás podamos continuar con el circuito de los vinos y conocer más detenidamente los viñedos través de largas cabalgatas por sus caminos. Visitar las bodegas y las cavas y probar nosotros mismos el sabor que tiene la tierra trabajada que devuelve sus frutos en la forma de un Malbec intenso y suave al paladar. Las estancias y las bodegas con colección de objetos de arte y de época son otra forma de disfrutar Mendoza a través de su historia que a cada rato nos dice algo sobre cómo este pueblo que antes era una zona desértica se transformó en la rica tierra de sabores y colores que es hoy.
Visitar los ríos caudalosos con agua del deshielo de la Cordillera de Los Andes es otra experiencia única en la que podemos sentir al fuerza de la naturaleza que baja desde las alturas para encontrarse con una tierra que la espera sedienta para fundirse en un abrazo enriquecedor para las dos.

Por la noche podemos volver a las cabañas o al hotel donde nos hospedamos y observar el cielo estrellado y limpio entre la copa de los árboles, quizás con la compañía de algún vino que compramos en una de las bodegas o con algún dulce típico de la zona para seguir sintiendo el sabor de esta tierra mientras en nuestros oído suenan los ecos del Festival de Música Clásica, una música que sigue bailando en el aire de los viñedos
cuando ya es de noche y los colores se confunden en la misma oscuridad que todo lo cubre.
Visitar Mendoza no es sólo recorrer los caminos del vino sino hacer un recorrido sensible por todos nuestros sentidos que quedarán eternamente agradecidos.

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